Soy de esos que, si entra a una heladería con 32 sabores, termina pidiendo el único que sabe a jarabe para la tos. Así también elegía acciones.
Spoiler: no terminó en ganancias. Pero sí en lecciones.
El gran descubrimiento
Uno de los momentos más importantes (y dolorosos) de mi carrera como rookie de la inversión fue este:
Soy pésimo eligiendo acciones individuales.
Y eso no sería un gran problema si mi método no dependiera, justamente, de que esas acciones suban eventualmente. Porque el AIM de Lichello —ese sistema contracíclico que te hace comprar cuando baja y vender cuando sube— tiene un requisito básico: que haya un "sube".
Yo, ingenuo de mí, me especialicé en elegir acciones que se caían… y luego cavaban.
La herida aún abierta: Black Diamond Therapeutics
De todos mis desastres selectivos, uno brilla (negativamente) con fuerza: Black Diamond Therapeutics.
La descubrí cuando estaba en lo que alguien en YouTube llamó un “soporte técnico” (spoiler #2: no lo era). Estaba en 4.5 dólares. Pensé: “¡Perfecto para AIM! Tiene volatilidad, está en rebote, soy un genio”.
Lo que siguió fue una especie de caída libre sin rebote. Como si el paracaídas fuera decorativo.
Hoy vale 1.58 dólares.
Spoiler #3: nunca volvió a subir.
Estuve semanas esperando un rebote para salir con dignidad. Al final, me fui con pérdidas y el orgullo en una bolsa de plástico.
AIM no hace milagros (si eliges mal)
En mis excels todo era perfecto. Rentabilidades del 100% o más en un par de años. Me sentía Warren Buffett con esteroides.
Pero la realidad me gritó:
"Si la acción se va al infierno y se queda a vivir allí, AIM no te salva."
Y entonces, llegó el momento de sincerarme:
Quizás el problema no es el sistema.
Quizás el problema… soy yo (no sos vos, soy yo).
Índices: el primer paso para dejar de hacer el ridículo
Fue entonces cuando ocurrió el primer cambio de chip:
¿Y si simplemente dejo de elegir?
¿Y si elijo… el índice?
Ahí estaban el S&P 500 y el NASDAQ, con su pasito lento pero constante hacia arriba. Un lugar donde las empresas no desaparecen de un día para otro. ¡Qué lujo!
La paz mental volvió. Pero claro, había otro problema:
Los índices son demasiado tranquilos para AIM.
Son como esos amigos que te responden los mensajes tres días después: sí, avanzan, pero lento.
La salvación inesperada: ETFs apalancados
En mi búsqueda de volatilidad con cierta decencia, apareció una joya:
ETFs apalancados.
En DeGiro encontré los de WisdomTree que replican 3x el movimiento del S&P 500 y el NASDAQ.
Ejemplo ilustrativo:
S&P sube 1% → ETF sube 3%.
S&P baja 1% → ETF baja 3%.
Tú eliges mal y entras justo antes de una bajada → bienvenido al dolor exponencial.
Pero esta vez, no estaba eligiendo una empresa random con nombre de villano de Marvel. Estaba apostando por el mercado general. Uno que, históricamente, sí vuelve a subir.
Y eso lo cambia todo.
La revelación final
Ahí se armó mi combo ganador:
✅ Volatilidad suficiente para que AIM funcione
✅ Tendencia alcista a largo plazo
✅ Sin tener que jugar al analista de empresas que no entiendo
✅ Un sistema que me protege de mi peor enemigo: yo mismo
Y así, entre golpes, gráficos y terapias con mi Excel, encontré lo que más se parece a mi zona de confort como rookie:
AIM con ETFs apalancados.
Pero esa historia te la cuento en otro post. Porque sí, esto recién empieza.
¿Te ha pasado algo parecido? ¿También elegiste una acción que se convirtió en un souvenir de tus errores?
Compártelo y acompáñame en esta travesía de no repetir las mismas metidas de pata dos veces.
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